Introducción

En este trabajo de investigación se analizará el desarrollo de la arquitectura, las influencias que tuvo en la ciudad, y en la sociedad y las tendencias que hubo durante el porfiriato. Se verá la historia de algunos monumentos y lugares importantes como el Ángel de la Independencia, el Palacio de Bellas Artes, la Casa Boker, la avenida Paseo de la Reforma, entre algunos otros, y se destacará la manera en la que influyó la construcción de estos proyectos en la sociedad mexicana y en su historia.

Sociedad y arquitectura durante el Porfiriato

Algunos ideólogos del porfiriato, sostenían firmemente que el progreso y la expansión sólo podían fincarse en la pacificación. Así, muchos de ellos se jactaban de que el gobierno de Díaz había terminado con los años de anarquía, creando con ello las bases necesarias para iniciar el crecimiento tan deseado. El Estado se convirtió en el hilo conductor de esta política. En correspondencia a la primacía ganada se inició la edilicia oficial. Haciendo gala de estilos importados, de monumentalidad y en muchos casos de fastuosidad; en un esfuerzo por conformar la imagen de un Estado próspero,»culto», estable y pujante, los administradores locales emprendieron la construcción del Palacio de Gobierno en 1882, el Palacio Municipal en 1906, el Palacio Federal en 1908.

Lo complejo del periodo porfiriano (1876-1911) se ve reflejado en la arquitectura de su tiempo que abarca, desde finales del «romanticismo» hasta el «modernismo. La Ciudad de México al ser la capital de la Republica va a manifestar más claramente el proceso, las tendencias y condiciones dentro de las cuales se desarrolló la arquitectura de esta singular época y que refleja las contradicciones de la sociedad porfiriana. El Eclecticismo, la permanencia de esquemas y gustos académicos provenientes de las Escuelas de Bellas Artes europeas, que influyeron tanto durante el Neoclásico, la necesidad y el deseo de una buena parte de la sociedad por el «revival», y al mismo tiempo su interés por integrarse a la modernidad del «nouveau», junto con el deseo «nacionalista», basado en la interpretación y el «renacimiento» de lo prehispánico, retratan claramente, el desarrollo y evolución de una sociedad que con gusto, a cambio del «progreso» se sometía a una dictadura.

La capital manifestó su crecimiento desde 1890 extendiéndose hacia el barrio de Santa Maria la Ribera, al poniente y hacia Arcos de Belén al sur. De 1895 a 1905 la actividad constructiva se acrecentó haciendo evidentes los profundos y favorables cambios que se producían en el habitad de la burguesía capitalina y los edificios institucionales y privados, en contraste con el empeoramiento de las viviendas de las clases bajas. Si bien el régimen porfirista intentó dar gran esplendor a la ciudad de México pretendiendo dotarla de la infraestructura necesaria para la gran urbe, en los barrios bajos, zonas viejas del centro de la ciudad y las zonas pobres de algunos barrios, el hacinamiento, la miseria y la insalubridad de las viviendas proliferaban velozmente.

Las mansiones señoriales y nobiliarias de la época virreynal, habían perdido para mucha gente el valor y la nobleza que habían dado fama a la capital un siglo antes, siendo calificadas de «severas y tristes». Así, las familias que las habitaban, se desplazaron hacia las nuevas colonias que ofrecían la posibilidad de una vida más «moderna». Por tales razones, muchas de estas mansiones pasaron a ser casas multifamiliares a las que por su nuevo carácter colectivo se les añadieron muros, pisos y otros espacios, para que en ellos pudieran habitar el mayor numero de personas, fomentándose con esto el hacinamiento, y la falta de higiene de sus habitantes, y al mismo tiempo la mutilación y destrucción, en muchos casos, de los edificios virreinales. Esto trajo como consecuencia inmediata, el completo abandono de estos barrios que, en poco tiempo, se propago también a sus edificios y a sus habitantes.

Paralelamente, tanto la aristocracia como el gobierno, emprendían la erección de grandes y monumentales construcciones: refinadas residencias, villas y chalets; ricas y elegantes tiendas; lujosos cafés, restaurantes y teatros; imponentes almacenes y bancos, etc. El inminente ingreso de extranjeros al país y específicamente a la capital, debido a las concesiones otorgadas por el gobierno a empresas extranjeras, trajo como consecuencia inmediata, entre otras, la construcción de un gran numero de viviendas para albergarlos. Por esto, se fundaron nuevos barrios en los cuales la alta burguesía nacional compartió el espacio urbano con ingleses, franceses, italianos y norteamericanos, por lo que estos barrios se les llamo «colonias». Surgieron entonces la colonia Santa María la Ribera (que aunque fundada en 1861, fue durante los primeros años del porfirismo cuando comenzó su verdadero auge), la Guerrero (1874), San Rafael (1882), Cuauhtémoc (1890), Juárez (1898), y la Roma y Condesa (1902.) Muchas de estas colonias poseían amplias avenidas y banquetas arboladas, que permitían pasear a la sombra y admirar, al mismo tiempo, hermosos jardines y residencias de diversos «estilos» que comenzaban a dar a la ciudad un carácter de «modernidad» que la colocaba a la altura de algunas ciudades europeas.

Razones sociales y políticas de la construcción arquitectónica de la Cd. De México en el siglo XIX.

Varias fueron las razones que determinaron la creación arquitectónica de este periodo: la influencia de los nuevos estilos que imperaban en Europa a principios del siglo, al igual que algunos factores culturales diversos entre los que destacan el europeismo principalmente que fueron interpretados como símbolo de «status», de distinción y «modernidad»; el cambio en la economía del país, junto con la aparente estabilidad política y social; La introducción de nuevas y revolucionarias técnicas de construcción, fueron algunas de las más importantes.

Por lo prolongado del período porfiriano, encontramos que no existe, en realidad, una doctrina arquitectónica única y definida en cuanto a repertorios formales y organización de los espacios; sin embargo podemos establecer un común denominador en ella: la importación de todo: extranjerismo. Hay que considerar que los arquitectos que se establecieron en nuestro país: franceses, belgas, italianos, ingleses y norteamericanos, contribuyeron a la diversificación de los esquemas arquitectónicos, ya que pertenecían a diferentes tendencias: eclécticos, historicistas, y seguidores del nouveau, fundamentalmente. Por otra parte, hay que tomar en cuenta que muchos arquitectos mexicanos de aquella época, habían recibido su formación profesional en Europa o en los Estados Unidos de Norteamérica, o bien provenían de la Escuela de Arquitectura dependiente de la Academia Nacional de San Carlos en la cual, lógicamente, recibieron una formación también europea. Desde tiempos de Santa Anna fue común enviar a jóvenes mexicanos a hacer sus estudios a Europa. Entre los arquitectos extranjeros que vinieron a nuestro país durante el porfiriato tenemos por ejemplo:

  • Adamo Boari.
  • Emilie Benard.
  • Máxime Roisin.
  • Silvio Contri.
  • Ernest Brunel.
  • Luis Long.

Algunos de ellos vinieron a México en 1897, con el motivo del concurso internacional para el proyecto del Palacio Legislativo.

Muchos otros arquitectos extranjeros, se dedicaron a construir solamente: Lemos y Cordes, arquitectos norteamericanos, por ejemplo, construyeron los edificios de la Casa Boker (1898) y la Mutua (1900); Silvio Contri, italiano proyectó el edificio para la Secretaria de Comunicaciones (1906); Ernest Brunel, frances, el mercado de Guanajuato (1904-1910); Luis Long, suizo, el Palacio de Gobierno de Guanajuato, etc. Consecuentemente la variedad de «estilos» arquitectónicos es una característica más connotada de este período estos, sin embargo casi nunca fueron trabajados a la manera del historicismo arquitectónico, sino siguiendo al movimiento ecléctico.

Es común entonces encontrar reunidos en un solo edificio, elementos arquitectónicos y ornamentales neoclásicos, neogóticos, neorrománicos, neomudejares, neoplaterescos, del nouveau, e inclusive indicios de lo que fue llamado «renacimiento mexicano», movimiento prenacionalista que pretendió dar vida a una arquitectura basada en lo prehispánico y que surgió a raíz de los hallazgos arqueológicos de Leopoldo Batres. Respecto a este movimiento, Adamo Boari manifestó que las formas arquitectónicas propias de un pueblo debían utilizarse en la arquitectura pero «renovadas y modernizadas». En congruencia con este pensamiento utilizo elementos indígenas, tanto en su proyecto a un monumento a Porfirio Díaz (1900, no realizado) como en el Teatro Nacional (1904-hoy palacio de Bellas Artes), en donde «Boari trató de hacer un Art-Nouveau ‘mexicanizado’, por lo cual asoman en muchas partes cabezas de tigre y coyotes y unas poderosas serpientes que ondulan en los arcos de las ventanas del primer piso.

El proyecto fue realizado por el arquitecto italiano Adamo Boari, quien diseñó un edificio que incorporaba los avances tecnológicos de los mejores teatros de la época. El edificio se caracterizaba por organizar las salas en torno a un gran hall, rematado por una triple cúpula situada entre el vestíbulo y la sala de espectáculos. Esta sala tendría forma de embudo, para lograr así los mejores efectos acústicos y visuales. Su cupo sería de 1791 personas distribuidas entre palcos aislados, generales, lunetas y galerías. También contaría con un palco presidencial, situado exactamente a media sala, con dos elevadores privados y un gabinete de aseo.

Angel de la Independencia

Inaugurado en 1910 por Don Porfirio Díaz, el monumento a la Independencia es una marca y símbolo citadino, la victoria alada que remata la columna fue adoptada por los habitantes de la ciudad como su ángel protector. Tal vez por ello, al cobijo de sus alas se dan variadas manifestaciones ciudadanas, tanto de júbilo como de descontento.

Al inaugurarse el siglo XX el Porfiriato comenzó a mostrar signos de decadencia, sin embargo, el impulso que había logrado permitó que la Ciudad de México tuviera un desarrollo arquitectónico espectacular. En ello sólo sobresalieron unos cuantos mexicanos, quienes después de los inevitables estudios en el extranjero, proyectaron el boato de esta “Bella época”.
Así que, para 1910 Don Porfirio desplegó las últimas fuerzas del régimen en subrayar la incontestable Independencia de México. Asímismo, el aspecto ingenieril fue resuelto por los mexicanos Gonzalo Garita y Manuel Gorozpe, mientras el escultórico se dejó en las manos del italiano Enrique Alciati. Tras sonadas represiones de huelgas y los horrores de Lecumberri se afirmó que el país estaba listo para la democracia y que ésta llegaría con el Cometa Halley en 1910. Así el monumento recibió los honores de los representantes extranjeros. Ni siquiera el enviado del Kaiser Guillermo II dudó un momento de la apoteosis del régimen. Igual semblante quedó plasmado en cada una de las esculturas que rodean el basamento de este monumento en forma de Columna.

En especial destaca el gran león con un niño que preside el acceso al mausoleo y del lado contrario la lámpara votiva que algunos irrespetuosos suelen apagar. Flanqueando los cuatro lados de la rotonda se localizan cuatro mujeres en bronce (alegorías de la Paz, la Justicia, la Guerra y la Ley). La decorada columna remata en un capitel de inspiración corintia fundido con cuatro águilas porfirianas. La cima lo ocupa una Victoria Alada, llamada comúnmente “El Àngel” quien está en actitud de colocar una corona de laureles y sostiene en la otra mano una cadena rota, símbolos de la gesta libertadora. Dentro del recinto se encuentran los restos de Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria, Leona Vicario, Andrés Quintana Roo, Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Juan Aldama, José Mariano Jiménez, José María Morelos, Mariano Matamoros y Nicolás Bravo, quienes tuvieron participación destacada en el movimiento de independencia desarrollado entre 1810 y 1821.

La primera piedra de la construcción de esta obra se puso una vez terminada la cimentación el día 2 de enero de 1902, hace ya más de 100 años, y la ceremonia fue encabezada por Porfirio Díaz, quién colocó dentro de ella un cofre dorado con el acta y una serie de monedas de cuño corriente de la época. La obra continuó por varios años terminándose la base, el zócalo y el pedestal para enero de 1906, sin embargo una vez iniciada la construcción de la columna en sí y cuando ya se habían colocado más de 2400 piedras de cantera en total, el gran peso no fue soportado por la cimentación original y la columna empezó a perder la verticalidad por el hundimiento del cimiento.

El monumento terminado fue inaugurado por Porfirio Díaz el 16 de septiembre de 1910, con motivo  del Centenario de la Independencia de México. El monumento se encuentra localizado en una de la más grande de las glorietas del hermoso Paseo de la Reforma de la Ciudad de México y su cara principal está orientada hacia el centro de la ciudad.

El basamento del monumento es cuadrangular, y en cada uno de sus vértices aparecen representadas las figuras en bronce, fundidas en Florencia, de la Ley, la Justicia, la Guerra y la Paz, donde se lee: «la Nación a los Héroes de la Independencia» y delante de esta inscripción un león gigante en bronce conducido por un niño que simboliza fuerte en la guerra y dócil en la paz.
La columna en sí mide 36 metros de altura y una vez sumada la altura del grupo escultórico que la corona, alcanza en total 45 metros, que es equivalente a la de un edificio de 15 pisos. La columna tritóstila  está estructurada en acero y recubierta con piezas labradas de cantera de Chiluca decoradas con palmas, guirnaldas y anillos con los nombres de los héroes de la independencia.

En su capitel se alojan cuatro águilas del escudo mexicano de aquel entonces con las alas desplegadas en cada uno de los lados, en su interior existió una escalinata de piedra en forma de caracol que constaba de 159 escalones y que conducía al mirador que queda debajo de la base del Ángel. Esta escalinata se eliminó en 1957, al reforzar la estructura de la columna y fue substituida por una escalera metálica que tiene cerca de 200 escalones.

El ángel, en una mano sostiene la corona de laurel símbolo de la victoria y en la otra una cadena con eslabones rotos, símbolo de la terminación de la esclavitud impuesta durante 3 siglos de dominio español. No fue donada por ningún gobierno extranjero y se construyó con recursos propios, salvo que Alciati llevó los modelos de yeso a Italia, para hacer el vaciado en bronce a la «cera perdida» en Florencia. La Victoria de Samotracia (Museo del Louvre, París), es conocida también como la Victoria Alada, fue realizada en mármol hacia el 190 a.C., y es una de las esculturas griegas más famosas del periodo helenístico. Mide 2,4 m, y se creó originariamente como parte integrante de un conjunto escultórico que representaba a la diosa de la victoria sobre la proa de un barco de guerra.

Caída del Angel en 1957.

Esta escultura cayó a tierra durante el sismo de la madrugada del 28 de julio de1957 y fue reconstruida y reestructurada por un grupo de técnicos encabezados por el escultor José María Fernández Urbina. Este trabajo tardó más de un año en concluirse, por lo que la columna permaneció sin su colosal complemento,  hasta el 16 de septiembre de 1958 en que fue reinaugurada.

Paseo de la Reforma

 El Paseo de la Reforma es la avenida más importante y hermosa de la ciudad, y una de las más famosas del mundo, debido a los importantes edificios y monumentos que se encuentran en ella como la Bolsa Mexicana de Valores o el mundialmente reconocido Ángel de la Independencia.
El Paseo de la Reforma fue proyectado por el emperador Maximiliano para acortar la distancia que tenía que recorrer desde el Castillo de Chapultepec hasta el Palacio Nacional, para ello se trazó esta importante avenida inspirándose en los modelos de algunas ciudades europeas como los Campos Elíseos de París. Gobiernos posteriores fueron mejorando la avenida sembrando árboles, jardines y colocando mobiliario urbano como bancas y pedestales que servirían para colocar las esculturas de los principales héroes de cada estado de nuestro país, para lo cual 16 de ellos enviaron las efigies de sus dos próceres mas destacados.

Pero no fue hasta el gobierno de Porfirio Díaz cuando la avenida se engalanó para conmemorar el centenario de la Independencia, por lo que, además de las diversas construcciones que se realizaban en toda la ciudad en aquellos tiempos como el Palacio de Bellas Artes o el de Correos, en el Paseo de la Reforma se erigieron monumentos que con el tiempo pasarían a ser el símbolo de la ciudad como el Ángel de la Independencia. A la vez que se realizaban todas estas obras, las familias mas adineradas de la ciudad, empezaron a construir lujosos palacetes que hicieron subir enormemente el valor del terreno en la zona. Con el paso de los años, y sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX, el Paseo de la Reforma, vio desaparecer dichas construcciones, mismas que fueron remplazadas con modernos rascacielos de oficinas y hoteles de lujo, lo que configuró a esa zona como el centro financiero de la Ciudad de México.

El Paseo de la Reforma es la avenida más famosa de México por excelencia, debido a su profundo significado cultural motivado por la historia de la avenida en si, y de los monumentos que en ella se encuentran como el Monumento a Colon, el Monumento a Cuaúhtemoc, la Fuente de la Diana Cazadora, en adición del ya antes mencionado Ángel de la Independencia, además de que en esta avenida tienen su sede hoteles de categoría mundial, los principales grupos financieros de México y América Latina, así como algunos de los edificios más representativos de la Ciudad de México como la Bolsa Mexicana de Valores y la Torre Mayor el edificio más alto de Latinoamérica.

Palacio de Bellas Artes

Foro máximo del arte y la cultura en México, el Palacio de Bellas Artes sorprende a propios y extraños por la fastuosidad de su arquitectura en la que se integran de manera armónica y elegante dos estilos al parecer imposibles, el Art Nouveau de su exterior con el Art Deco del interior.

En él se mezclan esquemas Bizantinos, Renacentistas, Románico, Neobarroco, Neoindigenista y del Nouveau, en detalles del exterior además de contener Art Deco en interiores es obra del noble Arquitecto Adamo Boari. (1904-1934).

La construcción del Palacio de Bellas Artes inició en 1904 como una propuesta del arquitecto italiano Adamo Boari para crear un nuevo teatro nacional que formaría parte de los festejos por el centenario de la Independencia de México, promovido por el entonces presidente Don Porfirio Díaz que legó a la ciudad algunos de sus más notables monumentos como el Ángel de la Independencia o el Hemiciclo a Juárez. El nuevo Teatro Nacional estaba concebido para ser uno de los mayores del mundo y estar a la altura de foros tan importantes como la Ópera de París. Sin embargo el proyecto se vio retrasado por el estallido de la Revolución Mexicana de 1910, por lo que de ese sueño ecléctico construido en mármol de Carrara solo quedó todo el exterior y el magnífico telón de cristal diseñado por la prestigiosa firma Tiffany’s que sirve de fondo a las presentaciones de las diversas orquestas nacionales e internacionales que ahí se presentan.

Años más tarde, durante el gobierno del presidente Pascual Ortiz Rubio, se decidió continuar la construcción del recinto, encargando el proyecto al destacado arquitecto mexicano Federico Mariscal, autor de otras joyas arquitectónicas Art Deco de la Ciudad de México como el Edificio La Nacional. Este arquitecto tuvo a su cargo la difícil tarea de conciliar el estilo Art Nouveau del exterior con las corrientes arquitectónicas de la época, llevando a cabo una magnífica integración entre ambas y legando uno de los interiores Art Deco más destacados del mundo con el uso de lámparas y detalles inspirados en el pasado indígena que engrandecen el vestíbulo y la sala principal.

Asimismo los muros del interior fueron decorados con obras de los más destacados muralistas mexicanos la época como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Juan O´Gorman y Rufino Tamayo entre otros.

En este magnífico edificio se llevan a cabo un gran número de actividades artísticas y culturales que van desde exposiciones de pintura, escultura y arquitectura hasta sus famosas presentaciones de ópera y música de concierto, asi como danza. Mención especial merece la plaza localizada en la entrada principal donde pueden apreciarse las famosas esculturas de Pegaso que constrastan con la moderna belleza de la vecina Torre Latinoamericana que le da al lugar un toque cosmopolita.

Durante el porfiriato en México surgió entre la alta sociedad una tendencia por imitar los estilos europeos, tanto en costumbres de la vida cotidiana como en modelos arquitectónicos. Esto dio como resultado que, a principios de este siglo, se ideara el proyecto para la construcción del nuevo Teatro Nacional. Así, se demolió el que ya existía y el 1 de octubre de 1904, frente a la Alameda Central, se comenzó la construcción de los cimientos del que se convertiría en el Palacio de Bellas Artes.

La orquesta se ubicaría a nivel inferior de la luneta. Se proyectó un escenario de 24 metros de longitud, con instalaciones mecánicas completas. Habría también una gran sala de fiestas, comunicada con siete loggias y terrazas, un restaurante y un acceso cubierto para descender de los carruajes.

Originalmente la construcción del edificio duraría cuatro años, pero se fue alargando a causa de los hundimientos del terreno y del movimiento armado de 1910. Hacia 1915 era poco lo que se hacía;

El mármol de las fachadas es de distintas procedencias; las numerosas esculturas que las ornamentan y las columnas son de Carrara. Las esculturas se deben a diversos artistas. El grupo central, llamado La armonía, es de Leonardo Bistolfi. Los mascarones son de Gianetti Fiorenzo y hay otras figuras de A. Boari. Igualmente deben mencionarse las de André Allar, ubicadas en la fachada principal, a nivel del piso. No olvidamos el grupo escultórico en bronce de Géza Maroti, que remata la cúpula principal, así como los pegasos de Agustín Querol, en la Plaza de Bellas Artes, la que se realizó en 1994 a partir de las ideas de Adamo Boari, incorporando fuentes y jardines. Bajo esta plaza existe un estacionamiento con capacidad para 470 automóviles.

No se puede dejar de mencionar la famosa cortina de mosaicos de cristal sobre lámina de acero, realizada por Tiffany Studios de Nueva York. Esta impresionante obra, que representa una vista del valle de México, está hecha con más de un millón de piezas de cristal opalescente, cuya elaboración tardó casi dos años y es única en el mundo por su mérito artístico.

En el interior del hall y de la sala, Federico Mariscal aplicó un revestimiento de diversos mármoles nacionales y una espectacular decoración art dèco realizada en París por la casa Edgar Brandt, que incorpora motivos mexicanos, como mascarones mayas en acero y cactáceas en bronce.

Entre todas estas impresionantes obras de arte se encuentran los no menos famosos murales realizados por Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo y Jorge González Camarena, pensados por sus autores para el espacio en que se encuentran. Además, están otros murales de Roberto Montenegro y Manuel Rodríguez Lozano.

Después de inaugurarse el Palacio, se alojaron en el edificio el teatro y sus dependencias anexas, el Museo Nacional de Artes Plásticas, la Sala de Exposiciones Temporales, el Museo del Libro, la biblioteca y el restaurante. En 1946, año de creación del INBA, el Palacio de Bellas Artes pasó a ser sede de esta institución.

Hoy en día, el Palacio de Bellas Artes es considerado uno de los teatros más importantes y grandes del mundo. Su función como museo es también sobresaliente. Es una gran obra arquitectónica que, desde su fundación, ha sido el centro cultural más importante de la República Mexicana.

A 62 años de concluida su construcción, el Palacio de Bellas Artes, además de conjugar la preservación, la difusión y la confirmación de su vocación cultural, con un amplio programa tanto de espectáculos como presentaciones artísticas de carácter y calidad internacionales, ha sido objeto de acciones diversas en género y magnitud, tendientes no sólo a restaurar y conservar el edificio sino a mejorar sus condiciones, con fidelidad al proyecto original. Nuevos sistemas de iluminación y acústica, restitución o sustitución de materiales en distintas áreas, remodelación de salas de exposición, mantenimiento general, instalación de nuevos servicios y reacondicionamiento de sus espacios, contribuyen a conservar e incrementar su esplendor.

Casa boker.  

En el siglo XIX, en la esquina noroeste de las calles de Coliseo Viejo y del Espíritu Santo (actualmente 16 de Septiembre e Isabel La Católica) se encontraba el famoso hotel y café de «La Gran Sociedad», así como el «Portal del Águila de Oro» donde se alojaban los libreros de viejo de la antigua ciudad de México. Este terreno hoy lo ocupa la Casa Boker, y tiene sus orígenes en el siglo XVI, ya que formó parte del hospital del Espíritu Santo.

En mayo de 1865 llegó a México un joven alemán llamado Roberto Boker (1843-1912), quien fundó en ese sitio, con gran éxito, una ferretería. Dentro del inventario que manejaba se encontraban desde fuetes para cocheros, carros de caballos de diferentes tipos, autos de vapor marca White, hasta carros de bomberos.

Al terminar el siglo XIX, debido al crecimiento del negocio, el Sr. Boker compró el inmueble y los aledaños para construir su propio edificio; el cual hasta la fecha sigue perteneciendo a la familia ya durante cuatro generaciones, caso raro en un giro comercial en la ciudad de México.

El proyecto de la Casa Boker fue de los arquitectos neoyorquinos De Lemos y Cordes; los contratistas fueron A.R. Whitney Co., de Nueva York, y la obra la llevó a cabo el ingeniero mexicano Gonzalo Garita en dieciséis meses. Un detalle interesante en la construcción fue que el fotógrafo judío-húngaro Guillermo Kahlo realizó su primer trabajo como fotógrafo profesional con el seguimiento de la construcción de este edificio.

Al excavar el terreno para colocar la cimentación se encontraron dos piedras, una de origen prehispánico que representa un águila, y la otra virreinal, la que se supone que es el escudo del primer propietario del predio. La primera fue donada por la familia Boker al Museo de Antropología y la otra se extravió durante la Segunda Guerra Mundial, periodo en que el negocio fue intervenido.

Fue la primera construcción que se hace en México totalmente de viguetas de acero en columnas y trabes. La fachada, enmarcada por dos columnas de granito de Nogales, Sonora, cuenta con amplios escaparates, está cubierta de cantera de Pachuca, Hidalgo; se deben notar como elementos decorativos los soportes con cerramiento de arco que abarcan doble altura, el original torreón que corona la esquina y los vistosos relieves ornamentales de bronce.

Es de admirar la crestería de lámina de latón que remata la fachada y el torreón, también los balaustres, guirnaldas, cornisas y relieves decorativos, entre otros. Todo lo anterior hace que esta obra sea un magnífico ejemplo de solidez de la arquitectura porfiriana construida para durar varios siglos.

Conclusión

Como conclusión puedo decir que el Porfiriato fue un período importantísimo que fue básico e imprescindible para el desarrollo de nuestra cultura en todos aspectos: políticamente, socialmente, arquitectónicamente, como se analizó en este trabajo y que además hace de la Cd. De México una de las ciudades más bellas del mundo, y en parte gracias a éste período.

Bibliografía

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En la red:

http://www.mexicodesconocido.com.mx/espanol/cultura_y_sociedad/arte/detalle.cfm?idcat=3&idsec=14&idsub=52&idpag=2132

http://www.arqhys.com/articulos/xix-arquitectura.html

http://www.cnca.gob.mx/cnca/buena/inba/palaciobartes/palacioba.html